El próximo domingo 26 de agosto está convocada la realización de la Consulta Anticorrupción. Es un acto político, y esto vale la pena hacerlo notar dado que algunas de las críticas sobre este evento se centran en los "fines políticos" del mismo y de quines actúan como convocantes. Los participación política y la política en general no se limita a escoger quien gobierna o quien legisla; incluso, puede pensarse que la escogencia de personas para ocupar cargos debería ser lo menos importante del proceso de participación política.
Una consulta como la que está convocada este domingo es en si misma un proceso de gestión de conocimiento, analizada a la luz de un modelo como el de Nonaka-Takeuchi lo que se busca al indagar a la ciudadanía para que se pronuncie sobre siete preguntas, es: transformar un conjunto de percepciones, ideas y construciones individuales que existen sobre el problema de la corrupción, en conocimiento codificado e instrumentalizado en forma de mandatos (normas) que determinaran algunos ámbitos de la relación ciudadanía-gobernantes-legisladores.
Al mismo tiempo, esas construcciones individuales han evolucionado en un primer momento para convertirse en una construcción grupal, expresada en un conjunto de preguntas redactadas por un Comité Promotor que se dió a la tarea de conseguir las firmas que respaldasen su iniciativa y llevarla a las urnas. Posteriormente, la Consulta ha configurado una organización - informal, pero organizada - que suma voluntarios, líderes, recursos, y una planeación para lograr un difícil objetivo: llevar mas de 12 millones de personas a la votación.
Estamos en la etapa en que este "objeto de conocimiento" llamado Consulta Anti-corrupción debe trascender el escenario Inter-organizacional y sobre todo el cultural. En el escenario Inter-organizacional, el factor determinante es el logro del umbral para hacer válida la votación; lamentablemente, el diseño normativo que nos rige hace que sea mas práctico para los detractores de la consulta promover la no-participación que promover la no aprobación de una o varias de las siete preguntas. Siempre es mas fácil no hacer nada, y las normas que nos rigen tienen un diseño que bloquea el pasar de lo tácito a lo explicito. Espero, que la ciudadanía colombiana sea superior a las intenciones de quienes no quieren participación y al mal diseño normativo, y que ojalá se supere en mucho esos 12 millones y algo mas que se necesitan.
En el escenario de lo cultural, la consulta tiene un valor simbólico que se espera tenfa un gran efecto; las decisiones que se derivan de la consulta tienen un alcance limitado si se comparan con el que podría tener un gran cambio cultural. Quienes votemos la consulta tendremos en nuestra conciencia un hecho que pondrá a prueba nuestra coherencia, nuestra ética y cultura ciudadana;
- ¿tiene sentido que alguien que vote la consulta, después esté dando o recibiendo sobornos, por ejemplo al policía de tránsito?
- ¿tiene sentido que quien vote la consulta sea indiferente con el cuidado de los recursos públicos, por ejemplo las estaciones del sistema de transporte público?
- ¿tiene sentido que quien vote la consulta siga creyendo que la corrupción es un problema ajeno, en vez de asumir sus "pequeños actos" corrupción?
La respuesta a todos lo interrogantes anteriores es NO, y si bien no creo que vaya a haber un gran cambio cultural depués de la Consulta -ojalá me equivoque- si espero que este acto político sea un primer paso para la reflexión individual y colectiva; así que todos a votar el Domingo y después, a seguir empoderados como ciudadanos, porque los grandes corruptos y los que no quieren que este país cambie, no descansarán.
Comentarios
Buena reflexión.